Mito el nahual de Tlacotepec

De acuerdo con este mito, después de ser creado el cerro de San Agustín una diosa quiso robarlo. A pesar de una persecución, el nahual no pudo recuperar la mitad del monte.

Mito el nahual de tlacotepec

Este es el mito del nahual de Tlacotepec, una deidad que protagoniza un famoso mito mixteca. Se dice que en aquel tiempo el nahual trabajaba arduamente creando el cerro de San Agustín. Cuando terminó, desde la cima se contemplaba la ciudad de México. En seguida, invitó al dios de la lluvia Sakamara para contemplar el cerro. Ambos estaban orgullosos y vigilaban desde lo alto, descubriendo que los habitantes de México necesitaban ayuda. Estos pobladores tratan de colocar la campana de la catedral, pero no podían a causa del peso. Así que las deidades decidieron ayudarlos a escondidas. Cuando llegó la media noche, los dioses habían terminado la labor.

El robo de la mitad del cerro

Una vez de regreso en el cerro de San Agustín, los dioses miraban la felicidad de los mexicanos. En seguida el nahual de Tlacotepec continuó con la obra del cerro. En esta ocasión, el dios hizo que sobre el cerro nacieran abundantes y frondosos árboles. Además, toda clase de pájaros revoloteaban entre las ramas y fieras y animales pequeños poblaban la maleza. Hecho esto, el nahual recibió la vista de la nahual de la Costa. Inmediatamente, la diosa comenzó a halagar el trabajo del creador de cerro. Sin embargo, tramaba alguna manera de robarse la mitad del cerro.

La única artimaña en pudo pensar al nahual de la Costa fue en provocarle un profundo sueño. Por petición de ella, el nahual de Tlacotepec se sentó a conversar con ella. Después, la diosa le pidió que recostará su cabeza sobre el regazo. Este así lo hizo y ella aprovechó para acicalarlo, causándole un profundo sueño. Al despertar, el nahual vio que la diosa corría con la mitad del cerro en su espalda. Por lo tanto, este la persiguió pero no pudo alcanzarla. Cuando la nahual de la Costa se quedó sin fuerzas arrojó el cerro a la laguna de Isiutla. Donde yace para siempre.

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