La leyenda de las brujas de Burgama es un relato colombiano procedente de la región de Ocaña, durante el siglo XVII. Se dice que en dicho pueblo vivían cinco brujas: María Antonia Mandona, María Pérez, María de Mora, María del Carmen y Leonelda Hernández. La primera de ellas era considerada como la líder y cabeza del grupo de hechicería. Mientras que la última, era la más joven y hermosa de todas. En cuanto a su oficio, los indios del lugar les tenían gran consideración. Esto se debe a que eran las mejores para retirar demonios, preparar hechizos de amor y curar enfermos. Sin embargo, por la época la Santa Inquisición se había instalado en Colombia y perseguía la herejía.
La persecución de las brujas de Burgama
Como era de esperarse, las brujas de Burgama fueron condenadas por la Inquisición. En aquella ocasión trataron de arrestar a las mujeres, pero los indios las protegieron y lucharon contra los soldados. Sin embargo, las hechiceras fueron descubiertas en un escondite en el cerro y llevadas a juicio. Algunos cuentan que durante todo el camino fueron azotadas, mientras estaban encadenadas en un carro. Así pues, la resolución fue ahorcar a María Antonia Mandona y amarrar a las otras cuatro. Tal fue el final de la bruja mayor.
A pesar de la muerta de María Mandona, las brujas de Burgama seguían practicando la magia y el pueblo las respaldaba. Así que en esta ocasión, la Inquisición persiguió a la bella Leonelda Hernández. Cuando lograron capturarla, los militares la sacaron a escondidas del pueblo para evitar revueltas. Con ella se dirigieron a un cerro de Ocaña, donde la colgaron y estuvo a punto de morir. Sin embargo, en el momento final los indios salieron de los matorrales y se amotinaron. Los soldados fueron acuchillados y el capitán fue ahorcado por Imelda Hernández. Desde entonces este cerro se conoce como el Cerro de la Horca y hay una estatua de Imelda en el pueblo.