En la historia de la humanidad han existido múltiples reinos de gran poderío, pero el más grande de todos fue el romano, si pensamos en los mil años que duró su poderío. Y un pueblo con tanto esplendor necesita una justificación divina para emparentarse con las deidades, quienes parecen bendecir a la nación en cuestión. Este es el caso del mito de Rómulo y Remo, dos jóvenes que servirían como cimientos del imperio romano.
Según la tradición, Ascanio, quien fuera hijo del glorioso Eneas ―a su vez hijo de Venus y Anquises―, fundó la ciudad mítica de Alba Longa, en la ribera del río Tíber. En esta ciudad latina primitiva, muchos sucedieron a Ascanio en el poder, hasta llegar a Numitor y Amulio. El último de estos traicionó a su hermano y lo destronó. Además, para garantizar que la descendencia de Numitor fuera a reclamar el poder en un futuro, obligó a Rea Silva, hija única del rey despojado, a convertirse en sacerdotisa de la diosa Vesta y, por ende, a conservar la virginidad para siempre.
Los hijos de Marte
A pesar de las ambiciones de Amulio, Rea Silva quedó encinta del dios de la guerra Marte, llevando en su vientre a los mellizos Rómulo y Remo. Para salvar la vida de los tres, madre e hijos, Rea Silva tuvo que colocar a los niños en una sesta y dejarlos a su suerte entre las corrientes del río Tíber. Pero al tratarse de semidioses, la buena fortuna les sonrío y fueron rescatados por una loba, que los encontró en la cuenca del río.
Según la tradición, la loba que los adoptó y crio llevaba por nombre Luperca. Algunos creen que no se trataba de una loba animal, sino de una prostituta; ya que en la época se les llamaba despectivamente como Lupa. Sin embargo, el mito dice que los gemelos Rómulo y Remo fueron amamantados por una loba en el monte Palatino hasta que un pastor los encontró y los educó. Cuando alcanzaron la edad adulta, los hermanos regresaron a Alba Longa y con éxito devolvieron el trono a Numitor. Luego de esta hazaña, decidieron fundar una colonia en lugar donde fueron criados por la loba.
Las siete colinas
De este modo llegó el momento de fundar una nueva ciudad, los gemelos se habían instalado en la desembocadura del Tíber, en el lugar de las siete colinas: Aventino, Celio, Capitolio, Esquilino, Palatino, Quirinal y Viminal. Se dice que para iniciar el nuevo reino, Rómulo y Remo invitaron a todos aquellos que no tuvieran posesión alguna, incluyendo bandidos. Así pues, en una ocasión los hermanos discutían por el lugar donde fundarían la ciudad; decidieron resolverlo según la costumbre etrusca de consultar a las aves; Rómulo vio volar 12 buitres sobre el monte Palatino y Remo sólo a seis en otra de las colinas.
Rómulo mata a Remo
Rómulo se dirigió al monte Palatino y trazó un rectángulo que delimitaba los dominios de su ciudad y amenazó con matar a cualquiera que se atreviese a cruzarlos. Remo se sintió retado, pues había fundado su propia ciudad en otro de los montes, y atravesó las fronteras del Palatino con altanería; Rómulo cumplió su palabra y mató a sangre fría a su único hermano, convirtiéndose el absoluto monarca romano.