En una de las narraciones aztecas encontramos el mito del conejo, un pequeño animal de campo que dio su vida. Se dice que en una de las travesías del dios Quetzalcóatl, este se quedó sin provisiones. Después de caminar muchas horas, sintió desvanecerse. Por fortuna encontró a un pequeño conejo que pastaba a la luz de la luna.
Quetzalcóatl encuentra al conejo
El mito del conejo, dice que el animalito salió al encuentro del dios bueno y le ofreció alimento. Sin embargo, la criatura sólo podía ofrendarle zacate. Aunque el dios blanco aceptó la ofrenda, respondió que él no podía comer hierbas. Esto se debía a que los dioses necesitaban sangre para vivir. Así que el pequeño conejo se quedó pensativo un rato y luego se ofreció a sí mismo. Por su parte, Quetzalcóatl quedó conmovido por la bondad y recompensó a la liebre.
Así nació el mito del conejo
Antes de comer la carne del conejo, el dios tomó al conejo en sus manos y lo elevó hasta la luna. De esta forma, la silueta del animal quedó tatuada en la piel lunar. De regreso en la tierra, el dios le mostró la luna y prometió que nadie olvidaría el mito del conejo. Hecho esto, Quetzalcóatl se dispuso a consumir la sangre del conejo y pudo continuar con su travesía. Si bien el mito puede parecernos un poco cruel, el conejo sacrificó su sangre para mantener con vida a los dioses. Pues solo de esta forma los dioses pueden mantener con vida el mundo.
Se dice que por esta razón cuando un hombre mira la luna en plena penumbra nocturna, puede apreciar una silueta. Se trata del conejo que salvó la vida del dios Quetzalcóatl y fue inmortalizado en el lugar más importante del firmamento.