Leyenda del cajón de riales

Esta leyenda es originaria de Zacatecas, al Norte de México. En ella una mujer fue asesinada por sus perros como castigo a su avaricia.

Leyenda del cajón de riales

Entre los habitante de Zacatecas todavía es famosa la leyenda del Cajón de riales, una historia con casi 200 años de antigüedad. Se dice que a finales del siglo XIX, vivía una vieja solterona en una casa cercana a la estación. A mucha gente del pueblo no le parecía la actitud hipócrita y avara de la mujer. Esto se debe a que la señora era prestamista. Se sabe que muchas personas y familias cayeron la miseria porque empeñaron a la vieja sus propiedades y las perdieron. De este modo, la riqueza de la mujer aumentó pero ella decía: apenas tengo un “cajón de riales”, una moneda antigua.

La mujer de los riales

Los que conocen la leyenda del cajón de riales saben que la mujer además de amar el dinero, adoraba a sus perros. Para muchos vecinos fue una verdadera tortura vivir cerca de la mujer. Pues sus perros eran salvajes y ladraban aterradoramente toda la noche. Así pues, mientras los vecinos morían de hambre, ella recibía del municipio una dotación de carne fresca que paga a buen precio. Sin embargo, esta carne era para dársela a los perros que amaban la sangre. Además, en una ocasión, fueron robadas las joyas de la virgen de la iglesia. Muchos sospechaban que ella se las había comprado al ladrón.

A falta de pruebas, no hubo más remedio que olvidar el caso y conformarse con cambiar a los funcionarios del municipio. Al hacer este cambio, ya no hubo quién se hiciera cargo del pedido de carne de la prestamista. Así que una noche, los perros ladraron con más bravura que nunca pues tenían varios días sin comer. Algunos vecinos aseguraron escuchar gritos desgarradores de personas, creían que la vieja había echado una persona a los perros. No obstante, al entrar la policía a la casa, encontraron a la mujer de los riales asesinada devorada por los perros. Desde entonces se conoce a esta historia como la leyenda del cajón de riales.

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