En los tiempos antiguos, se hizo muy famosa la leyenda del tesoro de Leyva, una pequeña villa de Colombia. En la parcela, o lote, de un campesino a menudo se manifestaban los encantos. Por lo general, cuando una persona caminaba sola entre las huertas podía encontrarse con un perro. Este animal era muy bravo, gruñía, su lomo se erizaba y mostraba los colmillos. Sin embargo, la dentadura del can era de oro, reluciente y dorado. A pesar de ello, la gente prefería huir porque aquellos que habían sido mordidos morían rápidamente. Inclusive, hubo quien disparó escopetazos contra el perro o lo persiguió. El animal desaparecía siempre.
Los encantamientos del tesoro de Leyva
Debido a que el rumor del tesoro de Leyva creció mucho, aquel perro con dientes de oro desapareció. Así que la gente que venía de otros pueblos para quedarse con el tesoro se decepcionó y dejó de venir. Sin embargo, una día cualquiera una señora que caminaba con su cesto lleno de ropa vio una gallina. El ave estaba acompañada por tres polluelos, tres polluelos de oro macizo. De inmediato la mujer aventó la canasta y corrió a avisar a su marido. En seguida, el campesino persiguió a los pollitos, pero cuando estuvo a punto de atraparlos se tropezó. Por obra mágica se quedó pegado al suelo. Ya no pudo pararse hasta que los animales desaparecieron.
Desde entonces, la gente no ha dejado de ver manifestaciones del tesoro de Leyva. No cabe duda de que en algún lugar de la villa hay un gran volumen de oro enterrado. Como es típico de estas fortunas, hay apariciones fantásticas. De hecho, los encantos se han hecho más diversos. En una ocasión un vecino del pueblo vio una cabra dormida sobre un montículo, la cabra era de oro puro. Finalmente, una turista extranjera vio jugar a orilla de la carretera a dos niños con cabellos de oro. También desaparecieron en un santiamén.