Mito chileno sobre la muerte del ser humano

Este es un mito mapuche (pueblo nativo de Sudamérica) que cuenta la historia del descenso de las almas y el fin del ciclo espiritual de los hombres.

Mito chileno sobre la muerte del ser humano

En el pensamiento mapuche, el alma o ánima del ser humano se encuentra en contacto estrecho  con la naturaleza, específicamente con los árboles. Por este motivo, todos los rituales de esta etnia se llevan a cabo en los claros rodeados por árboles. Ahora, aclaremos otro concepto, según los mapuches existe un Pu-Am o alma universal de donde se desprenden todos los seres vivos. También de esta ánima madre depende la de todos los hombres, es decir, su am. Esta porción de Pu-Am acompaña a las personas hasta su muerte, como pasa con el resto de cosas que están vivas; excepto los wekefe, seres sin alma.

Las transformaciones del ánima humana

Cuando un hombre muere, su am se convierte en pijá y esta se rehúsa a abandonar el cuerpo humano. Sin embargo el estado pijá puede ser muy riesgoso, ya que algún wekufe puede quedarse con el alma para él o hacerla su esclavo. La única forma de estar a salvo para un pijá, es migrar hasta la isla de Ngill chenmaiwe, un recinto reservado para los muertos. Una vez en este lugar, el pijá pasará a ser un alwe. Esta es la explicación del por qué los familiares de un difunto mapuche ahuyentan al alma con griteríos y golpes.

Cuando el alma haya alcanzado la forma de alwe, esta podrá volver a vivir cerca de los seres queridos sin el riesgo de ser capturada por los wekefe. También se cree que en ocasiones, ciertas ánimas humanas consiguen un grado de superación tan elevado, que pueden transformarse en pillán o  wangulén. Sin embargo esto no sucede con frecuencia. Por lo general, luego de un tiempo el ánima del difunto es olvidada por los parientes, entonces el alwe vuelve al Pu-Am para unirse con él para siempre, alcanzando su final el ciclo espiritual de los hombres.

El pensamiento místico y el destino de los hombres

Bajo esta lógica mística, el ser humano tiene por meta llevar una vida que le permita el conquistar las cuatro formas de conocimiento de la cosmovisión mapuche: la creatividad, la intuición, la comprensión y la imaginación. Cuando una persona consigue dominar estas virtudes, no tiene nada que temer porque a su muerte se convertirá en pillán, si es hombre, o en wangulén, si es mujer. Una vez alcanzado este estado, las ánimas pueden permanecer en contacto con el mundo y con sus parientes, pues pasan a formar parte de los espíritus antiguos que interfieren a favor de los hombres  en las cosechas y los buenos tiempos.

Solo hay una última tarea para quienes estén dispuestos a alcanzar el estado pillán o wangulén: deben engendrar muchos hijos, quienes a su vez engendrarán muchos nietos; debido a que la condición indispensable para un pillán es que nunca deje de ser recordado por su descendencia. Por esta razón, los mapuches se garantizan tener una descendencia numerosa y que perdure a través del tiempo. Sin duda este es otro de los pueblos que consideran que solo se muere cuando se es olvidado por completo.

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