Hace muchos siglos, el dios creador Kaggen dio vida a todos los animales, desde los inofensivos y minúsculos insectos hasta los poderosos leones. Sin embargo, en aquel tiempo no existían todavía los lagos ni los ríos, así que la única manera de saciar la sed era beber la sangre de otros animales; lo mismo pasaba con el hambre, había que comer la carne de otros para saciarla. Aquellos tiempos primitivos se caracterizaron por ser una época sangrienta, donde ninguna vid podía estar a salvo.
Entre los animales creados, el mayor de todos era el elefante, que poseía notable sabiduría y un gran amor hacia los demás. ―Si yo muriera, se resolvería todo―decía el elefante al resto de animales. Según afirmaba el gran paquidermo: si él moría, sus huesos se convertirían en frondosos árboles frutales; sus tendones, en enredaderas de donde brotarían melones; y el pelo de su espalda, en una larga pradera rica en pastos. Aunque los animales se consolaban por un momento, le replicaban que eso tomaría mucho porque los elefantes tienen una larga vida.
La muerte del sabio elefante
―Yo puedo ayudarte con ese problema―dijo la serpiente, quien no dio oportunidad para responder y mordió al elefante. Por más que era grande el paquidermo, no pudo contra el veneno de la víbora y murió en menos de un minuto. Acto seguido, todos los animales se lanzaron sobre sus carne, desde el carnívoro león hasta la lenta tortuga. Sin remordimiento alguno, los animales de la selva se comieron al elefante hasta dejar sólo los huesos, los tendones y el pelo. Una vez satisfechos, todos se fueron a dormir.
Al día siguiente, el remordimiento se apoderó de los animales que habían devorado a su hermano mayor. Intentaron culpar a la serpiente, pero esta respondió que lo hizo para que su promesa se hiciera realidad. Pero los animales seguían protestando, así que la serpiente, enojada ya, retó a que se la comieran con todo y su veneno. Los animales no tuvieron más remedio que hacer caso a la serpiente y esperar a que las promesas del elefante se hicieran realidad.
La creación de los árboles, las frutas y los manantiales
Cuando cayó la noche, entre las estrellas resplandecientes, los animales notaron un prodigo: se trataba del espíritu del elefante convertido en astro de la noche. Todos los animales se aterrorizaron, creyeron que el elefante regresaba de la muerte para vengarse de todos. Sin embargo, sucedió todo lo contrario: los huesos del paquidermo se transformaron en frondosos árboles plagados de fruta; los tendones se enterraron por toda la tierra, dando como brote a los jugosos melones; y su pelo pasó a ser una pradera rebosante de vegetación y manantiales. Los animales se llenaron de alegría y de inmediato se pusieron a pastar; excepto aquellos seres que no pudieron renunciar a la carne, por eso es que el león, el leopardo y el chacal siguen comiendo carne.