Mito ecuatoriano del castigo de los primeros hombres

Mito Kichwa (pueblo nativo ecuatoriano) que cuenta la historia de la vida de los primeros pobladores del mundo. Quienes por causa de su conducta los dioses decidieron castigar la humanidad.

Mito ecuatoriano del castigo de los primeros hombres

El pueblo kichwa posee un imaginario muy rico, desde la manera cómo se tratan los hechos del entorno en los mitos hasta las deidades que genera. Entre esos mitos, destaca uno que nos habla de la vida de los primeros pobladores del mundo, en una época donde todo era sencillo. Sin embargo a causa de la conducta de la gente de aquel tiempo, los dioses tuvieron que castigar a la humanidad.

El tiempo de la abundancia

Se dice que cuando Pacha-Mama recién había dado a luz al mundo, la vida para los hombres era sumamente agradable. La tierra de aquel tiempo añorado era tan benéfica que cualquier cosa que se sembraba brotaba en tres o cuatro días. También se dice que entonces no existía la muerte, razón por la cual el género humano se multiplicó copiosamente. Pronto ya no había más lugar para habitar ni para sembrar, así que la gente se instaló hasta lo más alto de los cerros.

Los Inka-runa, como se refieren a los pobladores primitivos, aunque se habían instalado en lugares donde no se podía sembrar, no sufrieron hambre porque la tierra era tan fértil que bastaba poner una cantidad de esta sobre una placa de piedra y los granos brotaban con gran facilidad. Además, la gente de aquel tiempo tenía dientes de marfil, lo que les permitía comer la carne hasta los huesos. Por desgracia, la humanidad se sintió tan cómoda que dejó de valorar la vida, la palabra e incluso a la misma Pacha-Mama; razón por la que los dioses desbordarían sus ira.

La cólera de los dioses

Ante las malas costumbres de los antiguos, Atsil-Yaya convenció a Sami-Mama y a Pacha-Mama de que era necesario restaurar el orden en entre los hombres. Así que los dioses oscurecieron el brillo del dios Inti-Yaya, el sol, y encomendaron a Puyu-Mama, madre nube, que hiciera llover con tal fuerza que los hombres murieran ahogados. Sin embargo, los hombres se salvaron porque consiguieron aferrarse a los troncos caídos y flotar sobre el diluvio.

Ante la falta de éxito, Atsil-Yaya, Sami-Mama y a Pacha-Mama pidieron al sol que hiciera llover fuego sobre la faz de la tierra. Como era de esperarse toda la humanidad pereció bajo el cielo que escupía fuego. Fue tan efectiva aquella aniquilación que algunos kichwa contemporáneos creen que durante el fin del mundo volverá a llover agua y luego fuego. No obstante, los dioses no consideraron que una pareja de humanos y un perro habían conseguido escalar el volcán Imbabura y salvarse.

La piedad y el castigo de los dioses

No pasó mucho tiempo cuando la pareja refugiada en el volcán tuvo hambre, así que imploraron a los dioses ayuda, pero fueron ignorados porque su intención era que todos los hombres murieran. Sin más remedio tanto el hombre como la mujer decidieron comerse al perro, por lo cual el pobre animal imploró ayuda a las deidades, quienes fueron benevolentes con él.

Justo cuando iban a matar al perro, los dioses dejaron caer a la tierra una mazorca de maíz. Pronto la pareja comió, dio una parte al perro y guardó el resto para sembrar. Sin embargo, como consecuencia del festín cayeron profundamente dormidos. Las deidades aprovecharon el momento y les quitaron los dientes de marfil, poniendo en su lugar granos blancos de elote; por esta razón, los hombres sufren dolor de muelas y padecen la muerte.

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